Letizia tendones y arrugas. Marie Antoinette con su cruz a cuestas.

¡Hola amigos del blog!

Esta semana Letizia ha asistido a muchos actos. Desde una entrega de premios hasta varias audiencias.

Comenzamos con los atuendos en cada uno de los actos.

Entrega de la 105ª edición de los Premios de Periodismo de ABC “Mariano de Cavia”, “Luca de Tena” y “Mingote”

Sus Majestades los Reyes presidieron la ceremonia de entrega de los Premios de Periodismo de ABC “Mariano de Cavia” a Jorge Fernández Díaz, “Luca de Tena” a Carlos Alsina y “Mingote” a Txema Rodríguez.

Doña Letizia lució un sencillo vestido negro sin mangas ni hombros, que resaltaba sus muy trabajados músculos. De joya llevó un discreto collar de perlas que le quedaba muy bien. Le hacían falta por supuesto joyas en los brazos, pero también es verdad que fisicoculturismo y joyas no pegan mucho.

Reunión de la Comisión Delegada de la Fundación Princesa de Girona

Sus Majestades los Reyes han presidido la reunión de la Comisión Delegada de la Fundación Princesa de Girona.

Solo se puede apreciar la mitad superior del atuendo pero ya es suficiente para suponer que es una sencilla chaqueta de un color muy bonito, con un top lencero de los que ella es aficionada. Nada de joyas pero tampoco mucho lugar para lucirlas. Otra vez parece una secretaria anónima y no la consorte. El pelo me parece que va bien, y repito que el color de la chaqueta me parece muy bonito.

Visita de trabajo a las instalaciones de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID)

Su Majestad la Reina ha visitado la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID), adscrita al Ministerio de Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperación, responsable del fomento, programación, coordinación operativa, gestión y ejecución de las políticas públicas de cooperación española para el desarrollo sostenible, acción humanitaria y educación para el desarrollo sostenible y la ciudadanía global.​

Con este traje de color guayaba tan bonito Letizia nos demuestra otra vez que en Zarzuela no se tiene un concepto de lo que significa la palabra plancha, excepto quizás para alguna preparación culinaria, que, visto lo visto no paece tampoco ser el fuerte de esta modelo a la que el traje tan arrugado que parece que otra vez ha dormido vestida, le está también un par de tallas más grande.

No hay joyas, pero con tanta arruga se verían mal, con lo cual se agradece que las deje en el cofre real a la espera de alguien a quien sí le luzcan. El pelo lo veo bien peinado y arreglado en contraste con las arrugas de la chaqueta y el pantalón.

Una cruz para cada espalda

Maria Teresa ya se había comprometido con Louis de Francia a mandarle una chica para su hijo, y la que tenía destinada para ello, Charlotte, tuvo que irse a cumplir con el compromiso en Nápoles; así que a la emperatriz de Austria no le quedó de otra que satisfacer el pedido al que ya se había comprometido con una jovencísima Maria Antonieta. Solo 14 añitos y ya le tocó ponerse a estudiar Francés e historia de Francia, y a mirar la foto de su futuro marido, con el que era su deber reproducirse la mayor cantidad de veces posible. Maria Teresa no era una vil y calculadora bruja, simplemente quería, como todos, sobrevivir y ese era su método «en lugar de organizar guerras, organizo matrimonios» Y bueno, como la felicidad no estaba prohibida aunque fuera difícil, Maria Teresa llamó a un curandero/adivinador llamado John Joseph Gassner y le preguntó con ansia «¿Será feliz mi hija?» la respuesta, como es usual en este tipo de personas fue un vago «Hay una cruz para cada espalda.»

La emperatriz mandó a Francia 200,000 florines y joyas por el mismo valor, y allí fruncieron el ceño pensando que era muy poco como dote. Así que los franceses hicieron una fiestecita de celebración del futuro matrimonio con «solo» 1,500 invitados que llevaba fuegos artificiales, música, baile, comida y bebida para todos. Se dice que el señor Dufrt, un noble austriaco muy cercano a Marie Antoinette, organizó la madre de todas las parrandas, que duró varios días y repartía comida y bebida en turnos de 100 personas. Quién lo creyera, un país tan frío!, y en esa época los corrillos decían que la fiesta austriaca había sido mucho mejor que la francesa. La archiduquesa, futura delfina, apodada ya en Francia como «La austriaca» viajo con 57 coches y 376 caballos que habia que cambiar frecuentemente. En total se usaron 20,000 caballos. Tambien viajaron doctores, modistas, cocineros, panaderos y miles de personas más.

Maire Antoinette tenía cierto arte para hacerse querer de los pequeños -siendo ella misma una niña; y se hizo amiga de Teresa, una bisnieta del rey que tenia 7 anos, pero Terea se murió muy pocos dias despues de la llegada de la futura delfina a Francia, y su padre entró en una gran depresión. Escasa suerte tenía Marie Antoinette, cuyo único deber era tener muchos hijos lo más pronto posible. El pequeño detalle, es que cuando partió de Austria todavía no había entrado en la pubertad, y era un suplicio tener que mandarle una carta mensual a su madre la emperatriz con la triste noticia de que todavía no había fertilidad en su útero.

Además de exigir un reporte mensual sobre el ciclo reproductivo de su hija, Maria Teresa la envió con una carta de instrucciones muy específicas: Había una lista limitada de las personas a las que les podía escribir cartas. No tenía derecho a preguntar nunca nada y tenía que obedecer sin rechistar cualquier cosa que le ordenaran en Francia. Jamás podía mencionar Austria, sus lugares y costumbres y mucho menos compararlos con lo que viera en Francia. Su vida era tremendamente restringida.

Marie Antoinette se casó por poderes como se estilaba entonces, se hizo la fiesta que duró varios días en Austria, y luego se fue a Francia, ya con el título de Princesa, y sin poder despedirse de Dufrt, que ya no estaba autorizado para dirigirse a ella. En su lugar, apareció un señor frances que la acompaño por mucho tiempo. Al partir, tuvo que escribir una carta para su reciente marido, en la que debía dirigirse a el como «Mi señor hermano», porque al parecer todos los nobles se consideran hermanos. Y así, Marie Antoinette abrazó a su llorosa madre, a sus sollozantes hermanas y partió con sus 57 carruajes, sabiendo que nunca iba a volver a verlas ni a ellas ni a su amada tierra natal.

Bueno, pues esta triste historia me ha enseñado que a veces el lujo y las extravagancias no son suficientes para llenar las necesidades que hay en una vida. La austriaca lo tendría todo, menos la libertad y el respeto de los demás. A ver cómo se adapta a su nueva condición de vida, y a ver si consigue su objetivo de reproducirse con el obeso Louis.

¡Saludos y hasta la próxima!

(*) Fraser, A. 2002.Marie Antoinette: The Journey. Weidenfeld & Nicolson